miércoles, 28 de abril de 2010

El museo de Evita

“No. No es el azar lo que me ha traído a este lugar que ocupo, a esta vida que llevo”, recitan casi en conjunto y con bastante dificultades dos extranjeros mientras leen el primero de los mensajes de Evita que aparecen publicados en las paredes del museo que a ella hace honor.

La llegada a la exhibición se torna bastante simple luego de encontrar en la avenida Del Libertador el letrero que indica su proximidad. A cuatro cuadras de distancia, exactamente en Lafinur 2988, ciudad de Buenos Aires, se irgue una casona de blanco impoluto en cuyas paredes unos carteles iluminados con el rostro de Evita anuncian la presencia del museo.

Durante 13 salas de exposición se cuenta la historia completa de la vida Eva Duarte, desde su niñez y su familia, pasando por su juventud artística, haciendo hincapié en su lucha por los derechos sociales durante su vida como Primera Dama, hasta concluir con una gran fotografía del panteón familiar describiendo su muerte.

Objetos anticuados, de los años que corresponden a la historia descrita en cada recinto, se suceden paso a paso acompañando el ambiente de época que presenta el edificio. Los visitantes, observaban con minuciosa atención las maquinas de cocer, las heladeras Siam, las radios y los atriles de escuela como si fuesen entes extraterrestres que nunca antes nadie conoció.

Durante todo el paseo, prolijamente señalizado y cronológicamente organizado, las únicas voces que se oyen son las emitidas por los múltiples videos que se proyectan mostrando diversos momentos de la historia de esta increíble dama.

Pero lo que destaca principalmente es su vestuario, ya que acompañando todas las explicaciones, se perpetua un maniquí arreglado con alguno de los tantos conjuntos que durante su vida ella utilizó. Incluyendo una suerte de vidriera de moda, donde se exponen una decena de glamorosos vestidos de fiesta que pertenecieron a la más grande diva de los argentinos.

Al finalizar el recorrido, una gran fotografía de Evita se despide de los visitantes: “Yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria". Los dos extranjeros ya no leen los murales en español sino que se contentan con la pequeña traducción al inglés que acompaña cada escrito.

martes, 13 de abril de 2010

Mal de ausencias


"Se les practicará un descuento de dieta del 20 por ciento por cada sesión en la que no estén presentes”, amenazó Cobos en una solicitada a los senadores que estuvieron ausentes en la asamblea parlamentaria del miércoles pasado. Las respuestas del oficialismo fueron inmediatas: Aníbal Fernández tildo de “fascista” y “jefe de una banda” al Vicepresidente por publicar los nombres de los congresistas ausentes.

Cuando en junio del año pasado los argentinos se dirigieron a las urnas y votaron a quienes mejor los representaban para que ocupen una plaza en el Congreso, eligieron para que estos senadores hicieran su trabajo y fueran al parlamento a legislar, no para que se ausenten cada vez que el partido de la contra desea aprobar una ley. Si esto es lo que hubieran deseado los argentinos, habrían votado en blanco, o por una boleta sin senadores ni diputados.

Lógicamente, cuando la mayoría de los argentinos falta reiteradamente a su trabajo, no percibe parte del sueldo y corre el riesgo de perder su trabajo. Parece que en el Senado de la Nación los “empleados” cuentan con mayores privilegios: desde que se renovaron las bancas en diciembre pasado, no hubo una sola sesión con la totalidad de los senadores presentes.